miércoles, 6 de noviembre de 2013

La joven de la perla

Hay vocación de abismo en el negro del fondo (o del lejos, que diría Romero de Torres). Como si la joven de la perla fuera un pez abisal ella misma desprende luz para sobrevivir, para mantenerse en el intacto instante en el que Vermeer nos la desvela (¡un, dos, tres, pollito inglés…!).
Quizás por eso boquea como un pez moribundo que se resiste a perder su consistencia escurridiza, porque no quiere perecer en la oscuridad seca de los siglos y la nada. Así insiste en transmitir sus fulgores de luz como destellos de socorro: el charol de sus ojos, el barniz de la saliva que enciende sus labios ansiosos, el espejeante tremolar de la perla.
Y el azul firmamento de su turbante como contrapunto al vacío. Todas las estrellas contenidas en su frente tensa. En sus sueños.

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