miércoles, 9 de marzo de 2016

Nueve de Marzo

                                                                                                                                      Para Rosa 

 

Mientras tú montabas el sofá

la muerte traspapeló las instrucciones

confundiendo los tornillos de Ikea con los del ataúd

y las coronas de flores invisibles olían a aguarrás

cuando ya de noche no pude estrenarte en el tálamo caliente

porque me tocó velar un cuerpo frío de lagarto

(que no era ya de nadie).

Ni siquiera fue capaz de imponerse el invierno al día siguiente,

(como correspondía)

el primero de nuestra era,

colándosele la primavera por los renglones,

implacable y obscena en el camposanto,

haciendo supurar savia entre las grietas de los nichos,

improvisando ordalías de gorriones

y catafalcos trenzados con cipreses.

Cuando bajamos la cuesta

se vino una pena fiada a vivir con nosotros,

se quedó la otra casa murada,

mientras se deshojaban sus paredes de recuerdos,

 y rigió la memoria a este lado del mundo

durante demasiadas madrugadas 

insomnes y oceánicas

a través de este faro desde el que yo me empeño en alumbrar

el mapa de la tierra antigua,

cartografiado en sangre sobre las ortigas,

ahora que las abonamos juntos con lágrimas y risas 

y las recolectamos a dentelladas en guirnaldas de futuro:

un buen racimo de nuestras heridas

y un manojo de luz.