jueves, 7 de noviembre de 2013

Busto de Borges

Viejo dandi desvalido,
Quijano de cejas como alas,
máscara ciega de Teseo,
desdichado a su pesar,
Borges escapa  al fin del laberinto
y blande un lema como victoria:
“es un deber la felicidad”.
Pero ya es tarde en su rostro para la pedagogía,
la vida entera le pesa en las ojeras
y su expresión bobalicona de niño anciano
desmiente el ímpetu y el deseo.
Ni siquiera a su lado, Ariadna postiza,
la niña Kodama plateada,
puede apuntalar el mensaje.
Borges no predica con el ejemplo,
él lo sabe,
sólo quiere que miremos su retrato,
el busto inmortal que presidirá
para siempre su biblioteca.

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