martes, 5 de noviembre de 2013

Destino la nada...

Crear un blog a estas alturas, qué pirueta de originalidad. Y sin saber muy bien qué decir o queriéndolo decir todo, que es más o menos lo mismo. Añadir nada a la nada. Volcar más palabras en este abismo, en este caos. Pero sintiendo la necesidad imperiosa de escribir por escribir, de volver a sembrar borrones de tinta por los papeles (si vale el símil desfasado). Como quien habla por hablar en las ondas de la madrugada, sin saber con seguridad si habrá un receptor al otro lado, valiéndose de la excusa del micrófono para que sus reflexiones tengan sentido, aunque sólo sea para ser expuestas en voz alta. O como quien no se cansa de mandar mensajes encriptados al espacio exterior con la vana esperanza de que algún día sean recibidos por quien sepa descifrarlos. Un asidero la pantalla y la interfaz y el enlace. El envoltorio colorido que envuelve el aire de la piñata.
Hace unos años intenté hacer algo parecido con las imágenes. Me dio por publicar un dibujo al día por las redes sociales. Entonces hacía falta expulsar algunos demonios y aquella experiencia resultó ser el exorcismo perfecto. Los amigos ayudaron con sus comentarios y le dieron vida. Fue la primera vez que sentí realmente el valor balsámico de la creación. Y dio hasta para una exposición cuando dejé  el tratamiento. Coda y posología. Hubo después quien me invitó a seguir, pero yo ya no lo necesitaba. Puede que ahora sí necesite escribir y dejar constancia de algunas ideas, reflexiones o guiños que me van saliendo al paso al cabo del día y se materializan cuando veo una imagen, escucho una canción o leo unas líneas. Quizás lo que yo pueda contar no interese a nadie, es lo más probable. O quizás alguien que lo reciba alguna vez sepa descifrarlo. Quién sabe.  

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