miércoles, 27 de abril de 2016

¿Qué haría hoy Don Quijote con los molinos? #MolinosQuijote

- ¿Qué molinos? - dijo Sancho Panza.
- Aquellos que allí ves - respondió su amo - con esas aspas largas, que podrían medir casi dos leguas, calculando en esta distancia. 
- Mire vuestra merced - resopló Sancho frotándose los ojos -  y que mal rayo me parta, que esta vez aquellos que allí se asoman no son molinos, sino que parecen extraños seres desgarbados y gigantescos, y lo que en ellos se figuran aspas son sus brazos o tentáculos, que avisados de nuestra presencia esperan a blandir en nuestra contra. 
 - Parece mentira - respondió Don Quijote - que no estés aún cursado en esto de las aventuras; ellos son molinos, y si tienes miedo quítate de ahí, déjame que me acerque y disfrute de lo que sin duda es una obra de ingeniería fabulosa, que podría hacer palidecer a aquellos hispanos antiguos que levantaron el acueducto de la noble villa de Segovia. No ves que el malvado Malambruno ha tenido que extraviarnos el sentido y sin duda nos habrá hecho viajar a otro tiempo, confiados a lomos de su fiel caballo Clavileño… ¿No oyes, Sancho, ese zumbido a lo lejos? Reconocería el rumoroso siseo de la energía a miles de leguas de viaje… 
 - Pues que me aspen si no me sonara más bien al ronquido del gigante aquel enemigo de la princesa Micomicona de Etiopía, mi señor don Quiijote. Y que tampoco es que ande vuesa merced muy ducho en eso de distinguir sonidos de mecanismos motores, ¿o tengo que recordarle el episodio de aquella noche en el batán?...
Y diciendo esto Sancho, dio de espuelas a su caballo Rocinante don Quijote, sin atender a las voces que su escudero le daba, advirtiéndole que sin duda alguna esta vez sí eran gigantes, y no molinos de viento aquellos que con los que iba ufano a encontrarse. Pero él iba tan puesto en que eran modernos molinos de viento, que ni oía los avisos del bueno de Panza; antes iba diciendo en voces altas y enarbolando la lanza en ristre: ¡Iberdrola, Iberdrola!, por ser esa la extraña inscripción que se leía coronando la cúspide de aquellos engendros del demonio. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, creyó que había dado con el abracadabra que accionaba el mecanismo mágico, pues extrañamente había unos que se movían y otros que no, contraviniendo las leyes naturales, ya que si hubiera sido por el soplo de Eolo todos se hubieran movido a la vez.

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