Hay ocasiones en las que me dejo llevar por el
sensacionalismo y la sensiblería. Sí, en momentos de debilidad me da por picar
en el doodle de turno de Google y
contener las lágrimas de la emoción asistiendo a un más o menos ingenioso y animado
homenaje visual para celebrar el aniversario del nacimiento o la muerte
(siempre me he preguntado por qué nos obstinamos en celebrar unos días tan
azarosos en la vida de cualquiera) de algún inventor polaco o una pintora
suiza. Lo reconozco, soy un sentimental.
Por eso anoche, en cuanto dieron las doce y Twitter me dio el segundo aviso (el
primero ya me lo había dado el ABC mientras
lo ojeaba desayunando: por eso del ser el periódico más sevillano (y
monárquico) se adelantó un día en glosar al poeta más sevillano (y republicano))
me fui presto a mi humilde biblioteca para rescatar del polvo de sus anaqueles
el ejemplar que guardo de “Ocnos”, una de las obras fundamentales de Luis
Cernuda, el poeta del que hoy todo el mundo celebra(¿?) el 50 aniversario de su
muerte. Todo el mundo menos Google, claro. Así que ese iba a ser mi particular doodle, releerme “Ocnos” con nocturnidad
y alevosía dejándome llevar por el sensacionalismo y la sensiblería. Elegí los Nocturnos de Chopin como banda sonora y
allá que me fui…
Pronto me dejé atrapar por las metáforas y las
imágenes luminosas del libro que Cernuda dedicó al paraíso de su infancia y a
la ciudad donde la vivió. A Sevilla, que está pero sin nombrarla, depositaria
de un amor imposible y nunca correspondido de tiras y aflojas, su poeta más
universal le dedicó en estas páginas la descripción lírica más perfecta que jamás
se hizo de una amada que se ha perdido y que se sabe con certeza que no va a
volver a recuperarse nunca. Me voy a ahorrar la crítica sesuda (porque no soy
crítico literario y porque hoy no faltarán al gusto del consumidor en publicaciones de toda índole)
pero no la recomendación: si alguien aún no lo ha leído, debería hacerlo. A Cernuda
entero. Lo bueno que tienen estas efemérides es que vuelven a rescatarnos de
vez en cuando discursos que tal vez estaban demasiado apagados o alejados del establishment cultural del momento, más
cerca siempre del mercado y de las modas pasajeras y fútiles por tanto. Que
Cernuda haya sido hoy Trending Topic
tiene su mérito.
Lo que tampoco quiero ahorrarme (arribo ahora al
inefable centro de mi relato, que diría Borges) es la relación de las
sensaciones, que a modo de sinergias, me embargaron tras la experiencia de su
relectura. Fue ya en el lecho, intentando conciliar el sueño, después de haber
abandonado el exilio umbrío y mórbido de las alegorías del poeta. Tuve por
fuerza que trasponer en la duermevela la fuerza hipnótica del relato prestado con
el recuerdo particular de mis vivencias. Y fue extrañamente el olfato el
sentido percutor para hacerlas tangibles, para materializarlas. Juro por Cernuda
que mi almohada olió a geranios, a la tierra mojada del Jardín, a las bolitas
del árbol del Paraíso, a cal húmeda, a estiércol, a pienso, a limo verde, a naranja
dulce, a alhucema quemada, a pajaritos fritos, a leche tibia, a entrañas de
animal… Lo olí todo con una extraordinaria cualidad cristalina en un aleph olfativo que venía del pasado de
mis pituitarias. Tanto que esa explosión sensorial me desveló.
Quizás sea esa la verdadera labor del poeta y la de
la poesía, pienso ahora. Desvelarnos, ofrecernos versos y símbolos como asideros
para no caer rendidos al sueño del tiempo: allá donde habita el olvido.
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