I
En este panorama de alfiles derribados
yo ya me sé todos los apellidos del mundo
y hay una legión de luciérnagas en la máquina del agua
que contrapuntea con su zumbido de estrella
los llantos lejanos en la madrugada,
afilados por el sueño.
Hay a mi lado un borracho que ronca como un toro rojo
mientras sigue la megafonía empeñada
en su salmodia extraña de ecuaciones ininteligibles:
demasiadas Dolores en las consultas de clasificación...
II
Escampa la tormenta metálica de voces
y queda una calma densa
como la que precede a un toque de duelo (o de queda).
Las luces impávidas parpadean
traduciendo en morse
soledades quirúrgicas de fantasmas,
mientras un mendigo de escamas azules
ensaya una postura de faquir
que lo salve del abismo insondable de su existencia.
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